¡BIENVENIDOS!

Este es un blog dedicado a la FE CATÓLICA de siempre. Contáctanos si deseas a: propaganda.catolica2@gmail.com

jueves, 7 de febrero de 2019

SAN PEDRO JULIÁN EYMARD: EL ESPOSO DIVINO DE LA IGLESIA


EL ESPOSO DIVINO DE LA IGLESIA


Viri, diligite uxores vestras, sicut et Christus dilexit Ecclesiam
“Varones, amad a vuestras esposas, así como Jesucristo amó a la Iglesia” (Ef 5, 25)


Otra de las razones que decidieron la institución de la sagrada Eucaristía fue el amor de Jesucristo a la Iglesia. Habiendo descendido nuestro Señor del cielo a la tierra para formar su Iglesia, para fundarla, muere por ella en la cruz. De su costado abierto brota juntamente con el agua y con su sangre la santa Iglesia, cual nueva Eva formada del cuerpo del segundo Adán.
Todas las acciones de Jesucristo y todos sus sufrimientos tuvieron por objeto formar un tesoro infinito de gracias y méritos para su Iglesia, de cuyos méritos ella pudiera disponer en favor de sus hijos. La Iglesia es la heredera de Jesucristo.
Más si Jesús, después de su resurrección, se hubiese subido al cielo contentándose con haber hecho a la Iglesia depositaria de su verdad y de sus gracias, ésta hubiese sido aquí en la tierra como una esposa enlutada que llorase inconsolable hasta hallarse en la presencia de su esposo divino. Esto no podía ser, pues hubiera sido indigno del poder y del amor del Salvador.
Jesús se quedó con su Iglesia para ser su vida, su fuerza y su gloria.

II
La esposa, privada de la compañía de su esposo, lleva una vida que no es vida, sino duelo y agonía. Pero junto a su esposo siéntese grande, fuerte y alegre. Posee el corazón de su esposo y se considera dichosa consagrándose de lleno a su servicio.
Así es la Iglesia respecto de la Eucaristía.
La Eucaristía es el objeto de su amor, el centro de su corazón, la felicidad y la alegría de su vida.
Ella vela por sus hijos de noche y de día, a los pies del Dios del sagrario, para honrarle, amarle y servirle; la Eucaristía es el móvil y el fin de todo su culto; es el alma de este mismo culto, que cesaría bien pronto sin la Eucaristía, porque no tendría razón de ser.
Por eso las sectas protestantes, que no gozan de la presencia del esposo divino, abandonan todo culto exterior por superfluo e inútil.

III
Por la Eucaristía, la Iglesia es poderosa y fecunda; sus hijos ya no se pueden contar y se hallan diseminados por toda la redondez de la tierra; sus misioneros no cesan de conquistarle nuevos hijos: la Iglesia debe ser la madre del género humano.
¿De dónde nace su fecundidad? Los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia no cabe duda que dan la vida o la restituyen; pero ¿cuál será la suerte futura de estos hijos que acaban de nacer a la gracia por las aguas de la regeneración divina?
Es preciso alimentarlos y educarlos.
En ellos se ha depositado un germen divino; pero hay que fomentar el desarrollo de este germen y hacer que crezca, y la Eucaristía es el medio de que se vale la Iglesia para formar a Jesucristo en sus hijos. La Eucaristía es el Pan vivo que sustenta en éstos la vida sobrenatural.
Por la Eucaristía los educa; en ella encuentran las almas abundancia de luz y de vida; la fuerza necesaria para el ejercicio de todas las virtudes.
Agar, en medio del desierto, lloraba inconsolable porque no podía alimentar ni refrigerar la sed de su hijo que iba a perecer de inanición.
La sinagoga y las sectas protestantes son esta madre incapaz de satisfacer las necesidades de sus hijos; éstos le piden pan y no hay quien se lo dé.
La Iglesia, por el contrario, recibe todos los días el pan del cielo para cada uno de sus hijos: para todos tiene suficiente. Quantum isti, tantum ille.
Este es el pan de los ángeles, pan de reyes, y por esto son sus hijos hermosos como el pan que los alimenta.
Con él se hacen fuertes, pues es el trigo de los elegidos que sacia completamente; tienen, además, derecho a sentarse cada día en el regio banquete: la Iglesia tiene siempre dispuestas las mesas para los que quieran acercarse, y ella misma los invita y conjura para que vayan siempre allí a sacar fuerzas y vida.

IV
La Eucaristía es la gloria de la Iglesia.
Jesucristo, su esposo, es Rey; es el Rey de la gloria. El Padre colocó sobre su cabeza una corona resplandeciente.
La gloria del esposo es al mismo tiempo gloria de la esposa. La Iglesia, a semejanza del astro de la noche, refleja los rayos divinos del sol de la gloria.
La Iglesia, delante del Dios de la Eucaristía, es hermosa en los días de fiesta de su esposo, adornada con vestidos de gala; cantando himnos solemnes e invitando a todos sus hijos para que concurran a honrar al Dios de su corazón.
Cifra toda su dicha en dar gloria a su rey y a su Dios; viéndola y oyéndola se creería uno transportado a la celestial Jerusalén, donde la corte angélica glorifica, en sempiterna fiesta, al Rey inmortal de los siglos.
El día del Corpus Christi se presenta triunfante, cortejando en interminables procesiones al Dios de la Eucaristía y avanzando como ejército puesto en orden de batalla, acompañando a su Jefe; entonces reyes y pueblos, grandes y pequeños, cantan las glorias del Señor, que ha establecido su morada en medio de la Iglesia.
El reino de la Eucaristía es el reinado de la Iglesia, y, allí donde la Eucaristía es olvidada, la Iglesia no tiene sino hijos infieles cuya ruina no tardará, en llorar.

5 comentarios:

  1. Excelente artículo!!! Muchas gracias

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Espero sea de mucho provecho para usted y los suyos, le invitamos a que continue leyendo las publicaciones futuras. Todos los jueves son dedicados al Santisimo de la mano de san Pedro Julián.

      Borrar
  2. Gracias por tomarse el tiempo para hacer estas publicaciones.
    Dios Nuestro Señor lo bendiga y estaré al pendiente.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por sus palabras, esperamos sea de mucho provecho para usted y los suyos, todo el esfuerzo es para la mayor Gloria de Dios, María Santísima y toda la Iglesia Católica.

      Borrar