SANTO
TOMÁS DE AQUINO
* * *
La
Semilla es la palabra de Dios… (Lc. 8, 11). La palabra de Dios se contiene en la Sagrada Escritura y se
comunica al pueblo por el predicador. Sobre la predicación, el predicador y el
don de la palabra, hay no pocas ideas en la Summa
Theologica, que recogemos aquí. Acerca de este mismo asunto se conservan
entre los escritos auténticos del Santo dos discursos pronunciados en París:
uno al ser declarado maestro de teología y otro cuando se le nombró bachiller
bíblico. Este segundo interesa menos, porque casi todo él se refiere a un
estudio racional de la división de la Sagrada Escritura. No obstante, encierra
gran interés la parte primera, en que la recomienda. El que lleva por título Sermo primus Fratris Thomæ, al ser hecho
maestro de teología, es de mayor aplicación para el predicador, y de él
extractamos las principales ideas.
A) La Sagrada Escritura
a)
ELOGIO
DE LA ESCRITURA POR SU AUTORIDAD, VERDAD Y UTILIDAD
“Según San Agustín (cf. De doctrina christiana 1.4,17,34: PL 34,104-105), el orador sabio
debe hablar de tal modo que enseñe, deleite y mueva. Enseñe a los ignorantes,
deleite a los aburridos y mueva a los tardos.
Estas tres cosas encierran un elogio completo de la
Sagrada Escritura, ya que ésta enseña firmemente con su verdad eterna, deleita
suavemente con su utilidad y mueve eficazmente con su autoridad. Por eso, la
excelencia de la Sagrada Escritura se manifiesta por su autoridad, su verdad
eterna y su utilidad.
1- La
autoridad
“La autoridad de la Escritura se revela:
1º. Por su origen, que es Dios. Ahora bien, en este Autor hay que creer
infaliblemente, ya por la condición de su naturaleza, que es la verdad: Yo soy el camino, la verdad y la vida
(Io. 14, 6); ya por la plenitud de la ciencia: O altitudo sapientiæ Dei: ¡Oh profundidad de la riqueza, de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! (Rom. 11, 31); ya por la fuerza de sus
palabras: La palabra de Dios es viva,
eficaz y tajante, más que una espada de dos filos (Hebr. 4, 12).
2º. Es, además, eficaz la autoridad de la Sagrada Escritura por la
necesidad que impone: El que no cree se
condenará (Mc 16, 16). Por eso, la verdad de la Escritura Sagrada se
propone a manera de precepto, el cual dirige por la fe: Creéis en Dios, creed también en mí (Io. 14, 1); mueve la
voluntad por el amor: Este es mi
precepto, que os améis unos a otros, como yo os he amado (Io. 15, 12); e
induce a la ejecución por la obra: Haz
esto y vivirás (Lc. 10, 28).
3º. Es, por último, eficaz la autoridad de la Escritura por la
uniformidad de lo que dice, ya que todos los que han predicado la doctrina
sagrada han enseñado lo mismo”.
2- La
verdad de la Escritura es inmutable y eterna
El cielo y la tierra pasará, pero mis palabras no
pasarán (Lc. 21, 33).
Ahora bien, esta verdad permanece para siempre.
1º. Por la potestad del legislador.
2º. Por su inmutabilidad.
3º. Porque todo cuanto enseña es la verdad.
3- La
utilidad de la Escritura es máxima
Lleva
a la vida de la gracia, a la cual nos dispone; a la vida de justicia,
consistente en el recto obrar, a la cual dirige; y al a vida de la gloria, que
promete (cf. Opusc. 39, De comendatione Sacræ Scripturæ).
b)
SUBLIMIDAD
DE LA ESCRITURA
Esta sublimidad de la Sagrada Escritura se manifiesta
por tres razones:
1- Por
su origen
Ya que es ésta la sabiduría que se dice venir del cielo: La fuente de la
sabiduría es la palabra de Dios en las alturas (Eccli. 1, 5).
2- Por
su sublimidad de la materia
“Hay ciertas verdades altas de la divina sabiduría, a las cuales llegan
todos, aunque imperfectamente, porque el conocimiento de la existencia de Dios
lo llevamos inserto. Hay otras verdades más altas, a las que únicamente
llegaron los ingenios de los sabios por el impulso de la razón. Pero hay otras
verdades altísimas que trascienden a todo conocimiento natural. Y eso lo
enseñaron los doctores sagrados, iluminados por el Espíritu Santo, en el texto
de la Escritura”.
3- Por
la sublimidad del fin
“La Escritura tiene un fin altísimo, a saber: la vida eterna. Estas
(señales) fueron escritas para que creáis…
y para que creyendo tengáis vida” (Io. 20, 31) (Opusc. 40).
c)
CONDICIONES
PARA ENSEÑAR LA ESCRITURA
“Por razón de la sublimidad de esta doctrina se
requiere en los doctores que la han de enseñar cierta dignidad, los cuales van
simbolizados en el siguiente texto. De
sus moradas manda las aguas sobre los montes (Ps. 103, 13)
1- Contemplación
De la misma forma que los montes se yerguen levantados sobre la tierra y
próximos al cielo, así los doctores sagrados, despreciando lo terreno,
dedíquese a sólo lo celestial: Somos
ciudadanos del cielo (Phil. 3, 20).
Por tanto, todos los doctores de la Sagrada Escritura deben ser dignos
por la santidad de su vida, para que así prediquen con eficacia, ya que, como
dice San Gregorio en el Liber pastoralis,
“el desprecio de la vida trae consigo el menosprecio de la predicación”.
2- Ciencia
De la misma forma que los montes son iluminados antes por los rayos del
sol, así también los doctores sagrados deben recibir primero la luz en sus
entendimientos, iluminados por los rayos de la divina sabiduría.
3- Ausencia
de error
De
la misma forma que los montes defienden la tierra de los enemigos, porque son
como una fortaleza natural, así los doctores de la Iglesia deben también defender
la fe contra todos los errores. Los hijos de Israel no confían ni en sus lanzas
ni en sus saetas, sino en los montes que deben defenderlos”.
d)
CONDICIONES
PARA ESCUCHAR LAS ESCRITURAS
“Los que oyen la palabra de Dios deben ser humildes
como la tierra; firmes por la rectitud de sus sentidos; fecundos, para que
fructifiquen en ellos las palabras recibidas de la Sabiduría.
La humildad se requiere para oír; la rectitud de
sentidos, para juzgar de lo oído, y la fecundidad, para sacar muchas
consecuencias de las pocas cosas oídas” (Opusc.
40).
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