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lunes, 27 de enero de 2014

LA VOZ DEL PAPA: EL MUNDO DE HOY, SIN CRUZ Y SIN MISERICORDIA. III. Un mundo, además, carente de misericordia.

III. Un mundo, además, carente de misericordia


* * *

a)     LA MISERICORDIA CONSISTE EN AMAR EL REFLEJO DE DIOS EN LA MISERIA DE LAS CRIATURAS
“Amar a Dios en su adorable majestad y en su paterna bondad; amar su reflejo aun en la miseria de las criaturas: esto es lo que da a la caridad la importan particular de la misericordia. Ver a Dios, su Autor, Creador y Padre, muchas veces desconocido e injuriado por las criaturas; ver en ellos la imagen de Dios contaminada, profanada, desfigurada por el vicio y el pecado; ver a los hijos de Dios sufriendo abandonados, manchados del contagio del mal” (Pío XII, En la canonización de Santa María Josefa Roselló, 14 de junio de 1949).


b)    EL MUNDO HA OLVIDADO EL GENUINO AMOR Y SE HA HECHO ESCLAVO DEL ODIO
“El mundo de hoy, olvidado del genuino amor, hecho siervo del odio y de las discordias, es una terrible prueba de la verdad del aserto ciceroniano: “Ut magnas utilitates adipiscimur conspiratione hominum atque consensu, sic nulla tam detestabilis pestis est, quæ non homini ab homine nascatur” (CIC., De officiis 1.2 n.5). Ningún terremoto, ninguna carestía, ninguna epidemia, ninguna calamidad originada por las fuerzas de la naturaleza puede parangonarse al inimitable cúmulo de sufrimientos que el hombre dominado por el amor o por el odio aporta a sus semejantes” (Pío XII, A los párrocos y predicadores de Cuaresma de Roma, 2 de marzo de 1950).


c)     NUNCA SE HAN TRATADO LOS HOMBRES CON MENOS FRATERNIDAD QUE AHORA
“Pero, en realidad, nunca se han tratado los hombres menos fraternalmente que ahora. En extremo crueles son los odios engendrados por las diferencias de razas; más que por las fronteras, los pueblos están divididos por mutuos rencores; en el seno de una misma nación, y dentro de los muros de una misma ciudad, las distintas clases sociales son blanco de la recíproca malevolencia; y las relaciones privadas se regulan por el egoísmo convertido en ley suprema” (BENEDICTO XV, Ad Beatissimi 6, I de noviembre de 1914).


d)    LOS HOMBRES SE HAN HABITUADO AL ODIO Y SON EXTRAÑOS Y ENEMIGOS PARA LOS DEMÁS
“De aquí que el odio, al que se han habituado los hombres por largo tiempo, se haya hecho en muchos una segunda naturaleza y que predomine aquella ley ciega que el Apóstol lamentaba sentir en sus miembros guerreando contra la ley del espíritu. Y así sucede con frecuencia que el hombre no parece ya, como debería considerarse, según el mandamiento de Cristo, hermano de los demás, sino extraño y enemigo; que, perdido el sentimiento de la dignidad personal y de la misma naturaleza humana, sólo se tiene en cuenta la fuerza y el número, y que procuren los unos oprimir a los otros por el solo fin de gozar cuanto puedan de los bienes de esta vida” (Pío XI, Ubi arcano II: Col. Enc., p.1006).


e)     EN CAMBIO, JESUCRISTO, AL RESTAURAR EL REINO DE LA PAZ, QUISO APOYARLO SOBRE EL AMOR Y LA FRATERNIDAD
“…Jesucristo, habiendo descendido de los cielos para restaurar entre los hombres el reino de la paz, destruido por la envidia de Satanás, no quiso apoyarlo sobre otro fundamento que el de la caridad. Por eso repitió tantas veces: Mandatum novum do vobis: ut diligatis invicem[1] (Io. 13,34): Hoc est præceptum meum, ut diligatis invicem[2] (Io. 15,12); Hæc mando vobis, ut diligatis invicem[3] (Io. 15,17), como si no tuviese otra misión que la de hacer que los hombres se amasen mutuamente. Y para conseguirlo, ¿qué género de argumentos dejó de emplear? A todos loes manda levantar los ojos al cielo: Unus est enim Pater vester, qui in cælis est[4] (Mt. 23,9). A todos, sin distinción de naciones, de lenguas ni de intereses, nos enseña la misma forma de orar: Pater noster qui est in cælis[5] (Mt. 6,9); es más, afirma que el Padre celestial, al repartir los beneficios naturales, no hace distinción de los méritos de cada uno (Mt. 5,45): Qui solem suum oriri facit super bonos et malos[6]” (BENEDICTO XV, Ad Beatissimi 5).



[1] “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros: para que, así como Yo os he amado, vosotros también os améis unos a otros.” (Jn 15,17).
[2] “Mi mandamiento es que os améis unos a otros, como Yo os he amado.” (Jn 15,12).
[3] “Estas cosas os mando, para que os améis unos a otros.” (Jn 15,17).
[4] “…porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo.” (Mt 23,9).
[5] “…Padre nuestro que estas en los cielos…” (Mt. 6,9).
[6] “…a fin de que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, que hace levantar su sol sobre malos y buenos, y descender su lluvia sobre justos e injustos.” (Mt 5,45).

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