III.
Un mundo, además, carente de misericordia
* * *
a)
LA MISERICORDIA CONSISTE EN AMAR EL REFLEJO DE DIOS EN
LA MISERIA DE LAS CRIATURAS
“Amar a Dios en su adorable majestad y en su paterna
bondad; amar su reflejo aun en la miseria de las criaturas: esto es lo que da a
la caridad la importan particular de la misericordia. Ver a Dios, su Autor,
Creador y Padre, muchas veces desconocido e injuriado por las criaturas; ver en
ellos la imagen de Dios contaminada, profanada, desfigurada por el vicio y el
pecado; ver a los hijos de Dios sufriendo abandonados, manchados del contagio
del mal” (Pío XII, En la canonización de
Santa María Josefa Roselló, 14 de junio de 1949).
b)
EL MUNDO HA OLVIDADO EL GENUINO AMOR Y SE HA HECHO
ESCLAVO DEL ODIO
“El mundo de hoy, olvidado del genuino amor, hecho
siervo del odio y de las discordias, es una terrible prueba de la verdad del
aserto ciceroniano: “Ut magnas utilitates
adipiscimur conspiratione hominum atque consensu, sic nulla tam detestabilis
pestis est, quæ non homini ab homine nascatur” (CIC., De
officiis 1.2 n.5). Ningún terremoto, ninguna carestía, ninguna epidemia,
ninguna calamidad originada por las fuerzas de la naturaleza puede parangonarse
al inimitable cúmulo de sufrimientos que el hombre dominado por el amor o por
el odio aporta a sus semejantes” (Pío XII, A
los párrocos y predicadores de Cuaresma de Roma, 2 de marzo de 1950).
c)
NUNCA SE HAN TRATADO LOS HOMBRES CON MENOS FRATERNIDAD
QUE AHORA
“Pero, en realidad, nunca se han tratado los hombres
menos fraternalmente que ahora. En extremo crueles son los odios engendrados
por las diferencias de razas; más que por las fronteras, los pueblos están
divididos por mutuos rencores; en el seno de una misma nación, y dentro de los
muros de una misma ciudad, las distintas clases sociales son blanco de la
recíproca malevolencia; y las relaciones privadas se regulan por el egoísmo
convertido en ley suprema” (BENEDICTO XV, Ad
Beatissimi 6, I de noviembre de 1914).
d)
LOS HOMBRES SE HAN HABITUADO AL ODIO Y SON EXTRAÑOS Y
ENEMIGOS PARA LOS DEMÁS
“De aquí que el odio, al que se han habituado los
hombres por largo tiempo, se haya hecho en muchos una segunda naturaleza y que
predomine aquella ley ciega que el Apóstol lamentaba sentir en sus miembros
guerreando contra la ley del espíritu. Y así sucede con frecuencia que el
hombre no parece ya, como debería considerarse, según el mandamiento de Cristo,
hermano de los demás, sino extraño y enemigo; que, perdido el sentimiento de la
dignidad personal y de la misma naturaleza humana, sólo se tiene en cuenta la
fuerza y el número, y que procuren los unos oprimir a los otros por el solo fin
de gozar cuanto puedan de los bienes de esta vida” (Pío XI, Ubi arcano II: Col. Enc., p.1006).
e)
EN CAMBIO, JESUCRISTO, AL RESTAURAR EL REINO DE LA
PAZ, QUISO APOYARLO SOBRE EL AMOR Y LA FRATERNIDAD
“…Jesucristo, habiendo descendido de los cielos para
restaurar entre los hombres el reino de la paz, destruido por la envidia de
Satanás, no quiso apoyarlo sobre otro fundamento que el de la caridad. Por eso
repitió tantas veces: Mandatum novum do
vobis: ut diligatis invicem[1]
(Io. 13,34): Hoc est præceptum meum, ut diligatis invicem[2]
(Io. 15,12); Hæc mando vobis, ut
diligatis invicem[3]
(Io. 15,17), como si no tuviese otra misión que la de hacer que los hombres se
amasen mutuamente. Y para conseguirlo, ¿qué género de argumentos dejó de
emplear? A todos loes manda levantar los ojos al cielo: Unus est enim Pater vester, qui in cælis est[4]
(Mt. 23,9). A todos, sin distinción de naciones, de lenguas ni de intereses,
nos enseña la misma forma de orar: Pater
noster qui est in cælis[5]
(Mt. 6,9); es más, afirma que el Padre celestial, al repartir los beneficios
naturales, no hace distinción de los méritos de cada uno (Mt. 5,45): Qui solem suum oriri facit super bonos et
malos[6]”
(BENEDICTO XV, Ad Beatissimi 5).
[1] “Os doy un mandamiento nuevo:
que os améis unos a otros: para que, así como Yo os he amado, vosotros también
os améis unos a otros.” (Jn 15,17).
[2] “Mi mandamiento es que os
améis unos a otros, como Yo os he amado.” (Jn 15,12).
[3] “Estas cosas os mando, para
que os améis unos a otros.” (Jn 15,17).
[4] “…porque uno solo es vuestro
Padre: el del cielo.” (Mt 23,9).
[5] “…Padre nuestro que estas en
los cielos…” (Mt. 6,9).
[6] “…a fin de que seáis hijos de
vuestro Padre Celestial, que hace levantar su sol sobre malos y buenos, y
descender su lluvia sobre justos e injustos.” (Mt 5,45).
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