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jueves, 21 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Jueves del Segundo Domingo de Cuaresma. Reflexiones.

Jueves del Segundo Domingo de Cuaresma. Reflexiones.
(Lección del profeta Jeremías 17, 5-10)

Maldito el hombre que pone su confianza en el hombre. No es extraño que haya tantos desgraciados en el mundo; no lo es tampoco el ver aun todos los días esas revoluciones tan súbitas de familias que veía ya el Profeta en su tiempo. Yo he visto, decía, un hombre muy desarreglado en sus costumbres, muy irregular en su conducta, un hombre que teniendo poca religión, apoyándose en un brazo de carne y retirando su corazón del Señor, que no se apoyaba más que en la protección de los grandes, en el número de sus amigos, en su habilidad, en sus talentos, en su industria, e importándole poco el auxilio del Cielo, ponía toda su confianza en el hombre; yo he visto a este hombre brillando en la prosperidad, elevado como los cedros del Líbano, colocado en el más alto grado de fortuna. Todo se le reía, todo le prosperaba, todo le prometía una continuación de dichas sin medida; pero ¡Ah! No hice más que pasar, y ya no existía. Aquel grande y soberbio coloso había caído en un instante, y aquella preciosa masa, aquel ídolo de la felicidad humana trabajado con tanto arte, elevado con tantos resortes y tanto trabajo, sostenido por tantos apoyos, afirmado, al parecer, contra la violencia de todas las tempestades, se ha desmoronado, se ha hecho pedazos, ha sido reducido a polvo en un abrir y cerrar de ojos, y aquel dichoso del siglo ha desaparecido con tanta precipitación, que no he podido ni aun encontrar el lugar que ocupaba. Tal es la suerte de esos dichosos mundanos, de esos artífices de su fortuna. Hé aquí el hombre que no ha tenido necesidad del auxilio del Cielo: él ha confiado en el favor de los grandes, en la multiplicidad de sus recursos, en la grandeza de sus riquezas, débiles apoyos, brazos de carne, fundamentos caducos. ¿Quién no hubiese creído que aquella familia estaba al abrigo de todas las borrascas, que era superior a todas las revoluciones de los tiempos? Las herencias se apoyaban sobre la vida de un tan gran número de herederos; las sustituciones iban, por decirlo así, más allá de los siglos; los tesoros se acumulaban diariamente; las nuevas posesiones que se adquirían todos los días, aseguraban una fortuna que no debía jamás envejecer, y aumentaban los títulos. Los pies de barro de una estatua compuesta de tantos metales (bella figura de la confianza que se ponen en el hombre) han faltado; no ha sido necesario más que una pequeña piedra para trastornarle, para reducir a polvo aquel coloso. Aquella fortuna extraordinaria, tan prontamente hecha, no ha pasado a la segunda generación; se han visto caer aquellos cedros al primer golpe de viento; se han visto pobres los hijos de un padre tan rico. Todo brazo de carne se enflaquece; todo edificio sobre arena tarde o temprano se conmueve, se desmorona. En vano se toman las medidas más justas, se cimienta el edificio por todo género de medios, se multiplican los lazos que estrechan y que unen; solo Dios es superior a todas las revoluciones; solo Dios es el que eterniza y asegura la prosperidad. Dichoso el que ha puesto en Dios toda su confianza (Psalm. XXXIX). Los que ponen su confianza en el Señor, son incontrastables como la montaña de Sion (Psalm. CXXIV). Sabed, dice el Sabio, que ninguno de los que han esperado en el Señor ha sido confundido en su esperanza (Eccli. II). Cualquiera que pone su confianza en el hombre, dice Isaías, la pone en la nada. Por más que se lisonjee y se prometa una continuación de prosperidades; error, vanidad, mentira. Desgraciado del que se apoya en un brazo de carne.

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