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sábado, 1 de marzo de 2014

P. JEAN CROISSET SJ. VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA: VII. Las prerrogativas que acompañaron al privilegio de la Inmaculada Concepción de María.

VII.               Las prerrogativas que acompañaron al privilegio de la Inmaculada Concepción de María


Esta primera gracia fue acompañada de muchas otras. Desde el primer instante de su vida tuvo la santísima Virgen, dice san Bernardino, un perfecto uso de toda su razón: fue dotada de todos los dones del Espíritu Santo; formó los actos de las más excelentes virtudes; y su espíritu fue enriquecido de los más sublimes conocimientos. Su corazón desde entonces fue abrasado del fuego del más puro amor de Dios; y los nueve meses que estuvo en el vientre de su Madre, meses que son para todos los hombres una continua nación, fueron para ella un fondo de perfecciones y de méritos. En su primera santificación, dice san Vicente Ferrer, recibió la gracia con más plenitud que todos los Santos y Ángeles juntos; de suerte, que aunque todos los Serafines, aquellos espíritus celestiales que son todo fuego, juntaran todos sus divinos ardores, no igualarían con mucho el ardor que María sintió en el primer instante de su vida.

No se puede dudar, dice un gran siervo de María, que el alma que infundió Dios en el cuerpo de la santísima Virgen cuando fue concebida, fue la más hermosa que había habido jamás antes del alma de Jesucristo; y no solo fue el alma más perfecta del mundo, sino que se puede decir también que fue la más excelente obra que había salido de las manos del Creador; y para encontrar alguna cosa más grande en la naturaleza, es necesario, dice san Pedro Damián, subir hasta el mismo Autor de la naturaleza: Opus quod solus opifex supergreditur. ¡Qué de luces, qué solidez, qué elevación en su espíritu! ¡Qué docilidad en su voluntad! ¡Qué ternura, qué magnanimidad, qué extensión, qué pureza en aquel corazón del que Dios solo fue siempre dueño! ¡Qué inclinaciones más conformes a los movimientos de la gracia! ¡Qué natural más suave, más perfecto, más susceptible de las impresiones del Espíritu Santo! Ved aquí cuáles fueron los primeros frutos de la primera gracia de María.

A esta alma privilegiada, continúa el mismo orador sagrado, se le había preparado un cuerpo tan hermoso, que el gran san Dionisio confesaba, cincuenta años después, que no podía mirarle sin quedar deslumbrada su vista; y que la hubiera adorado como a una diosa, si la fe no le hubiera enseñado que en el mundo no había sino una sola divinidad.

Desde el instante primero en que esta alma, toda hermosa y sin mancha, fue unida a un tan hermoso cuerpo, empezó a amar a Dios más ardientemente que todos los Serafines; de suerte, que lo mismo fue empezar a vivir, que prestar sus órganos aquel cuerpo tan perfecto a todas las funciones de la vida racional y espiritual.

Habiendo recibido con la gracia santificante, como se ha dicho, el perfecto uso de la razón, desde entonces fue ilustrado su espíritu con todas las luces de la sabiduría, y enriquecido de todos los conocimientos naturales y morales. Este insigne favor, esta gracia de predilección fue tan abundante, que sobrepujó a la de todos los Santos, y de todas las celestiales inteligencias, dice san Vicente Ferrer; de modo que en el primer instante de su vida fue ya María más pura, más santa, más agradable a los ojos de Dios que todos los predestinados juntos al fin de su carrera.


Veis aquí lo que fue la santísima Virgen, no digo antes de nacer, sino desde el primer instante de su concepción. Concebid, si es posible, lo que sería en adelante por el santo uso que sin interrupción hizo de un tan rico fondo de virtudes y de dones sobrenaturales. Jamás tuvo ociosa ninguna de sus cualidades infusas, ni ninguno de sus talentos naturales. Desde su Inmaculada Concepción todo su espíritu se aplicó y dedicó a conocer y alabar a Dios; todo su corazón, toda su alma a amarle con el amor más puro, más encendido, más perfecto y más tierno, dice san Bernardo. En la santísima Virgen jamás hubo momento vacío, jamás hubo dones infructuosos, jamás hubo gracia ineficaz: desde el primer instante de su concepción no perdió jamás un solo instante, ni cesó un solo instante de amar a Dios cuando podía amarle con aquella sobreabundancia de gracias de que estaba llena. ¿Cuál debió ser el tesoro de merecimientos de que fue enriquecida en aquellos nueve meses que pasó en el vientre de su Madre? María, dice el mismo Santo, recibió tanta gracia, cuanta se puede dar a una pura criatura. No debemos admirarnos de los términos enfáticos de que se sirven todos los santos Padres, cuando hablan de la gracia de que fue colmada la santísima Virgen desde el primer instante de su vida. San Epifanio dice que esta gracia es inmensa; san Agustín que es inefable; san Juan Crisóstomo llama a María el tesoro de todas las gracias; san Jerónimo dice que la gracia se derramó toda en su seno. A los más grandes Santos se les dio la gracia con medida; pero en María se infundió toda la plenitud de la gracia (Serm. de Assumpt.).

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