III. UNA PREDICACIÓN EQUIVOCADA
San Pío X consagrando a Giacomo Paolo Battista della Chiesa (futuro Benedicto XV) |
a)
NO ES PREDICADOR, SINO HABLADOR, EL QUE NI CURA NI
ENSEÑA LAS ALMAS
“Por lo tanto, así como no se llama médico al que no
suministra la medicina, ni maestro de algún arte a quien no lo enseña, así el
que predicando no procura atraer los hombres al conocimiento de Dios y al
camino de la salud eterna, se puede llamar declamador o hablador vano, pero no
predicador evangélico” (Benedicto XV, Humani
generis I, 15 de junio de 1917).
b)
ALGUNOS DECLAMADORES SÓLO BUSCAN LA VANAGLORIA,
AVERGONZÁNDOSE DE DECIR COSAS SENCILLAS
“¡Ojalá que no hubiera tales declamadores! Y ¿qué es
lo que principalmente les mueve a éstos? A unos, el deseo de la vanagloria, y
para satisfacerlo (Gilbertus A., In Cant.
Cantic. serm. 27,2) se afana en decir cosas más profundas que útiles,
excitando la admiración de los ignorantes, pero no obrando su salud. Se avergüenzan
de decir las cosas pequeñas y sencillas para no parecer que saben únicamente
éstas… Se avergüenzan de amamantar a los pequeñuelos” (ibid., 4).
c)
BUSCANDO LA FAMA DE SUS SERMONES, SE ABSTIENEN PARA
ELLO DE DECIR LAS VERDADES ETERNAS
“Y en tanto que Nuestro Señor Jesucristo demostró con
la humildad de su auditorio que Él era el esperado: Los pobres son evangelizados (Mt. 11,5), éstos, en cambio, ¿cuánto
no maquinan para que por la celebridad de las ciudades y la dignidad de los
templos donde predican, adquieran fama sus sermones? Pero como entre las
verdades reveladas por Dios hay algunas que ponen espanto a la flaca y
corrompida naturaleza humana, y que, por lo mismo, no son propias para atraer a
las muchedumbres, se abstienen cautamente de ellas y tratan cosas que sólo
tienen de sagrado el lugar donde se predican. Y acontece, no pocas veces, que
de la exposición de las verdades eternas se pase a la política, sobre todo si
algo de esto cautiva más la atención de sus oyentes. Parece que una sola cosa
ambicionan: agradar a los oyentes y complacerles. A tales los llama San Pablo
(2 Tim. 4,3) halagadores de los oídos” (ibid.).
d)
HABLANDO SÓLO A LA RAZÓN, SIN ADVERTIR QUE ESTAMOS EN
EL ORDEN SOBRENATURAL
“Pues vemos que no pocos oradores sagrados hablan de
tal suerte, que para nada tienen en cuenta la Sagrada Escritura, los Padres y
Doctores de la Iglesia, los argumentos de la sagrada teología; casi no hablan
sino a la razón; y en esto obran mal, porque nada se adelanta en el orden
sobrenatural con los auxilios humanos” (ibid., 6).
e)
EMPLEAN GESTOS MÁS BIEN DE ESCENA, AMPULOSIDAD DE
PALABRAS, SIN HABLAR DE LA SAGRADA ESCRITURA Y DE LOS SANTOS PADRES
“De ahí esos gestos nada reposados y graves, semejantes
a los que suelen usarse en la escena o en las arengas populares; de ahí esos
suaves descensos de la voz unas veces, y otras esos trágicos esfuerzos; de ahí
esa terminología propia únicamente de los periódicos; de ahí esa multitud de sentencias
sacadas de los escritos de los acatólicos e impíos, y no de la Sagrada
Escritura ni de los Santos Padres; de ahí, finalmente, esa ampulosidad de
palabras, usada por los más de ellos, que hiere los oídos y excita la admiración
de los oyentes, pero que nada bueno les ofrece que puedan éstos llevar a sus
almas” (ibid., 4).
f)
OTROS SE HAN LANZADO A LA PREDICACIÓN PARA CONSEGUIR
EL LUCRO
“No todos los que se apartan de la norma y regla de la
predicación buscan únicamente los aplausos. Las más de las veces, los que tal
significación ambicionan la buscan para dirigirla a conseguir otra cosa menos
honesta. Porque, olvidándose de aquello de San Gregorio: “No predica el
sacerdote para comer, sino que debe comer para predicar” (In I Reg. c.3), no son pocos los que, conociendo que no son aptos
para desempeñar otros cargos con los cuales se alimenten decentemente, se han
lazando a la predicación, no para ejercer debidamente un ministerio tan santo,
sino para conseguir lucro. Por eso vemos que los cuidados de estos tales se
encaminan no a donde puede conseguirse mayor provecho en las almas, sino a
donde se obtienen con la predicación mayores ganancias” (ibid., 4).
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