BOSSUET
El tema a tratar es el del leproso y del centurión (Mt.
8,1; Mc. 1,40; Lc. 5,12). Bossuet ve en los dos milagros del Señor la imagen de
dos sacramentos. La curación del leproso representa la penitencia. La del
siervo del centurión, la preparación para la Eucaristía (cf. Oeuvres de Bossuet [ed. Firmin-Didot,
París 1877] t.2 p.278-280).
Expiación por la penitencia y preparación para la
Eucaristía
LA LEPRA Y EL PECADO
“Al bajar Jesús de la montaña donde acaba de explicar
los preceptos de la ley evangélica, nos enseña el perdón de los pecados. Después
del precepto, la prevaricación y la remisión por medio de la gracia. Poco se
suele pensar en las obras buenas que se deben hacer y en los pecados que
importa expiar; sin embargo, debemos procurar cada día la remisión de los
pecados que continuamente cometemos (cf. SAN AGUSTÍN, Serm. 58,6: PL 38,395). Toda nuestra vida es inútil; no sólo
palabras ociosas, sino toda ella ociosidad; somos la ociosidad misma. En nombre
de todos confieso nuestros pecados a Jesús y le digo: Domine, si vis, potes me
mundare[1].
El contestará por medio del sacerdote: Volo,
mundare[2]”.
Le
advirtió, no lo digas a nadie
(v.4), no para que el pueblo ignorase las maravillas de su misión, sino para
que las fuera conociendo por el camino ordinario señalado por el Padre.
La lepra es una impureza y significa el pecado, ya que
ninguna impureza le aventaja. No todos los leprosos reciben el mismo trato,
porque unos lo son recientes y otros inveterados. Los pecadores también se
dividen en dos clases. No busquéis médicos que no sepan distinguir. La Iglesia
tiene llaves para abrir y para cerrar.
Los leprosos vivían separados del mundo en las afueras
de la ciudad. El pecador debe separarse también por miedo al contagio. Cristo,
nuestro médico, fue separado y muerto
fuera de la puerta (Hebr. 13,12). Era la víctima del pecado.
Ofrece
la ofrenda que Moisés mandó
(v.4). El leproso tenía que ofrecer dos pájaros, de los cuales se inmolaba uno
y el otro, después de bañado en la sangre del muerto, se dejaba en libertad. Nuestra
naturaleza, para ser libre, debe bañarse en la sangre de Cristo inmolado;
bañarse por medio de la mortificación. La vida regalada no sufre este empaparse
en la sangre de Cristo. Por eso viviendo
estáis muertos (1 Tim. 5,6).
Al leproso se le obligaba a cortarse el pelo y la
barba, porque, según Bossuet, en estas partes superfluas anidaba principalmente
la lepra. La lepra del alma suele arraigar en lo superfluo y vano, y hemos de
cortarlo radicalmente. No me preguntéis por dónde habéis de cortarlo
radicalmente. No me preguntéis por donde habéis de empezar; cortad un poco y recibiréis
luz para seguir cortando. Empezad por la limosna. No antepongáis vuestro
bienestar. Es preciso cortarse cejas y la barba, y no importa que el rostro
quede algo desfigurado. Nadie tiene más obligación de dar limosna que el
leproso que se purifica y el pecador que sana.
LOS MOTIVOS POR LOS CUALES
LA LIMOSNA CURA EL PECADO.
1-
El
pecado exige el castigo de la privación de todo bien, puesto que el reo ha
abusado de todo. Lo menos que puede hacer en compensación es compartir sus
bienes con los que realmente sufren privaciones.
2-
La
limosna evita los pecados de los demás, porque un gran número de ellos se
originan por la pobreza, verbigracia, los pecados ocultos, los incestos, por el
hacinamiento en que se vive y otras abominaciones. Nada mejor para expiar
nuestros pecados que evitar los del prójimo. Charitas operit multitudinem peccatorum[3]
(1 Petr. 4,8).
La
Limosna, en fin, es una excelente preparación para la comunión. Dar a
Jesucristo es el mejor modo de disponerse para que Jesucristo se dé a nosotros.