II. LOS OBISPOS DEBEN VELAR POR LA PREDICACIÓN
S.S. Benedicto XV |
a)
PARA PREDICAR SE NECESITA UNA LEGÍTIMA MISIÓN
EPISCOPAL
“Por lo tanto, todos los que, además de los obispos,
se ejercitan en este ministerio, no hay duda que se ejercitan en él
desempeñando un oficio episcopal. Esta, pues, sea la primera ley que se
establece: que nadie pueda por sí mismo asumir este cargo de predicar, sino que
sea necesaria para desempeñarle una legítima misión, la cual no puede darse por
ningún otro que el obispo” (Benedicto XV, Humani
generis I, 15 de junio de 1917).
b)
PORQUE LA CÁTEDRA SAGRADA NO ES UNA PALESTRA, EN QUE
CADA CUAL SE EJERCITA A SU ANTOJO
“Muchos son los oradores sagrados a quienes podemos
decir que cuadra bien aquello de que se queja el Señor por Jeremías: No enviaba a los profetas, y ellos corrían
(Jer. 23,21). Porque a todo el que, bien sea por índole de su ingenio, bien por
otras causas cualquiera, le gusta tomar parte en el ministerio de la palabra,
se le da con facilidad entrada a la sagrada cátedra en los templos, como si
fuera una palestra, donde se ejercita cada cual a su antojo” (ibid., 4).
c)
POR ESO LOS OBISPOS ESTÁN OBLIGADOS A VIGILAR LA
PREDICACIÓN Y A ELEGIR LOS PREDICADORES
“Por consiguiente, a fin de que se destierre tanta
perversidad, a vosotros toca, venerables hermanos, tomar precauciones; y puesto
que habéis de dar cuenta a Dios y a la Iglesia del pasto suministrado a vuestro
rebaño, no permitáis que nadie, sin vuestro mandato, se entrometa en el redil y
apaciente a su capricho las ovejas de Cristo. Nadie, pues, en vuestra diócesis
ejercite la predicación sagrada si no es llamado y aprobado por vosotros”.
“Y ahora queremos que atendáis con extremada
vigilancia a quienes encomendáis ministerio tan santo. En este asunto sólo se
permite a los obispos, por decreto del concilio de Trento, que escojan
ministros idóneos, es decir, que puedan cumplir saludablemente el oficio de la predicación”
(ibid.).
d)
PROBANDO POR LARGO TIEMPO LA CIENCIA Y SANTIDAD DE LOS
PREDICADORES
“Así, pues, pertenece al obispo probar mucho y por
largo tiempo a los que piensa encomendar el cargo de predicar, a fin de que
sepa cuál y cuánta sea su ciencia y la santidad de su vida. Los cuales, si se
condujeren en esto con debilidad y negligencia, delinquirán en cosa gravísima,
y sobre su cabeza recaerá la culpa, ya de los errores que el ignorante esparza,
ya del escándalo y mal ejemplo que dé el predicador perverso” (ibid.).
e)
A FIN DE QUE NO SE BUSQUE LA ELOCUENCIA, SINO EL FRUTO
DE LAS ALMAS
“Saludablemente se dice. Notad esta palabra, en la
cual se contiene la verdadera norma. No con elocuencia, no con el aplauso de
los oyentes, sino con fruto de las almas, al cual se endereza, como fin, la administración
de la palabra divina” (ibid.).
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