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miércoles, 17 de abril de 2019

REFLEXIONES PARA CADA DÍA DE LA SEMANA SANTA. Miércoles Santo. Reflexiones.

Miércoles Santo. Reflexiones.
(Lección del profeta Isaías 62, 11; 63, 1-7; 53, 1-12) 

El hombre de dolores, y tratado como el último de los hombres. Ved aquí todo lo que se puede decir de más fuerte, de más vivo y de más enérgico para explicar el dolor más agudo, la pena más extremada y el suplicio más cruel que puede padecer un hombre. Un hombre de dolores es un hombre cuyo corazón está anegado en la amargura, y cuyo espíritu está rodeado y oprimido de aflicciones: es un hombre que se alimenta, por decirlo así, de dolores y de penas. Pero lo que pone el colmo a la miseria de este hombre es si el oprobio y el menosprecio acompañan a sus penas. A lo menos es una especie de alivio a los males el verse uno compadecido, y mucho más si se ve honrado en medio de sus penas: el colmo de la aflicción y del desconsuelo es ver que las más grandes penas están acompañadas de injurias, de desprecios, de insultos y de ultrajes, mayores tal vez que las mismas penas. Tal, pues, es la suerte del Divino Salvador: Novissimum virorum, virum dolorum: es el hombre de los dolores: los padece todos; y en medio de estos dolores es tratado como el último y como el más despreciable de todos los hombres. Se tiene compasión de un vil esclavo cuando se le ve penar; mueve a lástima el ver espirar en la horca al más facineroso. Este instinto tan natural a todos los hombres solo no tiene lugar en favor de mi Divino Salvador. Se diría que mientras duró su pasión se trastornaron todas las leyes de la naturaleza y de la razón. ¡Buen Dios! ¿Por qué no nos acordaremos de este punto de nuestra creencia en mil ocasiones en que nuestro orgullo nos hace obrar tan poco cristianamente? ¡Qué no puede la envidia sobre los corazones que ha inficionado con su veneno! Y las almas que parecen más religiosas, ¿Están más exentas de ella que las otras? El Hijo de Dios hubiera estado menos expuesto a la persecución de los sacerdotes, y a las calumnias de los escribas y doctores de la ley, si hubiera tenido menos santidad, y si hubiera hecho menos prodigios. La virtud será siempre el blanco de la envidia. Las gentes de bien no deben esperar sino ser perseguidas de mil modos a ejemplo de Jesucristo. Pero ¡Ay de aquellos que ejercitan la paciencia de las gentes de bien! La paciencia del Salvador nunca resplandeció más que en medio de tantas crueldades. Se encuentra durante su pasión en todas las circunstancias en que es sumamente difícil reprimirse una persona. Le hacen injurias tan visibles, le levantan tan negros y tan falsos testimonios, le hacen sufrir indignidades tan brutales y tan inhumanas, que no es el menor de los prodigios el que haya podido sufrir todo esto sin decir palabra. ¡Qué de hermosos pretextos, al parecer, no tenía para confundir con sus palabras la malicia de sus enemigos! Tenía que procurar la gloria de su Padre, que sostener la santidad de su doctrina y que evitar el escándalo de muchos. Se le aprieta, se le insta y se le pregunta; y Jesús no habla una palabra. ¡Oh, y cómo este silencio dice cosas grandes! ¡Y qué de bellas lecciones nos da! Reconoció Pilatos la inocencia de Jesucristo, lo quiso salvar, y por lo mismo condenó. ¡Oh Dios mío! ¡Qué distancia hay tan grande entre conocer el bien y el obrarlo; pero ¿Son muchas las personas que os aman? Pilatos quería salvar a Jesucristo conociendo su inocencia; pero no quería disgustar a los judíos, cuyo furor y cuyas amenazas temía. ¡Desventurada política y falsa prudencia por la cual la Religión se sacrifica siempre a la ambición y al interés!

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