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lunes, 8 de abril de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Lunes de Pasión. Reflexiones.

Lunes de Pasión. Reflexiones.
(Lección del profeta Jonás 3, 1-10)

Los ninivitas creyeron lo que se les decía de parte de Dios. Ninguna cosa es más admirable ni da más golpe en un punto de conversión que la penitencia de los ninivitas. Un extranjero, un hombre desconocido, sin nombre, sin reputación, sin elocuencia, habla sencillamente a un pueblo inmenso, criado en los placeres, en las en las delicias, en la disolución, y sumergido en los últimos excesos: le dice que viene de parte de Dios a anunciarles que no les quedaban sino cuarenta días para hacer penitencia, y que después de los cuarenta días Nínive sería destruida. Y desde el primer día de la predicación todo aquel gran pueblo, tan disoluto, tan vicioso, tan corrompido, se cubre de saco y de ceniza, ayuna, llora, gime: el mismo rey y toda su numerosa corte son los primeros en dar ejemplo. El fervor de la penitencia se extiende a todas partes: en toda la ciudad no resuenan sino sollozos producidos por el dolor y el arrepentimiento: la contrición es general, la severidad de la penitencia alcanza hasta los niños de pecho. Los animales mismos no están exentos. Ved aquí lo que produce la Palabra de Dios sin arte, sin aparato en la boca de un profeta. Esta Palabra de Dios ¿Ha perdido acaso su fuerza y su virtud? ¿Qué se ha hecho su eficacia? ¿Cuánto tiempo ha pasado que tantos profetas, enviados por Dios, predican, gritan, amenazan los terribles efectos del enojo de Dios? Pero ¿Dónde están los pecadores que se han convertido? ¿Nos costará mucha pena el saber dónde están? Pluguiera a Dios que el número fuese tan raro y tan desconocido como es raro el encontrar almas inocentes. Nunca el vicio se mostró con menos vergüenza ni con tanto descaro: quizá la corrupción de las costumbres nunca fue tan general: Omnis caro corruperant viam suam super terram. ¿Por ventura este horrible improperio solo debe entenderse del tiempo de Noé? Las amenazas de este santo Patriarca no fueron recibidas con tanta docilidad como las de Jonás. Nuestro siglo no es ciertamente más dócil. Compadécese Dios de los ninivitas, su penitencias desarma su enojo; pero la impenitencia de los contemporáneos de Noé fue horriblemente castigada con el diluvio. Nosotros no somos más penitentes: ¿A cuál, pues, de estos dos pueblos debemos temer sea semejante nuestra suerte? Nunca se vieron tantos pecados, nunca hubo tantos pecadores, y nunca se vio menos penitencia. Se oye fríamente un predicador, se conviene ser cierto todo lo que dice, se alaba su celo, y se sale del sermón con las mismas malas disposiciones con que se había ido a él. Llegamos a familiarizarnos con las más terribles verdades, nos endurecemos al son de las más tremendas amenazas. Un enfermo está desahuciado cuando no le queda ningún sentimiento. ¿A cuántas gentes confundirá el ejemplo de los ninivitas? ¡Y cómo la misericordia que usó Dios con aquel pueblo convertido causará crueles pesares a los que murieron en la impenitencia!

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