¡BIENVENIDOS!

Este es un blog dedicado a la FE CATÓLICA de siempre. Contáctanos si deseas a: propaganda.catolica2@gmail.com

domingo, 7 de abril de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Domingo de Pasión. Reflexiones.

Domingo de Pasión. Reflexiones.
(Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Hebreos 9, 11-15)

Jesucristo entró en el santuario, no con la sangre de los machos de cabrío o de los becerros, sino con su propia sangre, consiguiendo por este medio una redención eterna. ¿Comprendemos acaso todo lo que significan estas palabras del Apóstol? Y si lo comprendemos, ¿Podemos asegurar que lo creemos? ¿Qué un Dios se haya hecho hombre por amor de los hombres, y que este Dios para librar a los hombres de la esclavitud del pecado y del demonio, para reconciliarlos con su Padre y hacerlos capaces de la herencia eterna se haya sacrificado por ellos en la cruz, no siendo capaz ninguna otra víctima de expiar sus pecados, ni de merecerles la vida eterna? Este era el único sacrificio capaz de aplacar la indignación de Dios, y de satisfacer a su justicia; el solo capaz de hacernos perder la condición de esclavos, y constituirnos hijos de Dios. Este sacrificio se ofreció: el mismo Jesucristo fue la víctima sangrienta que con su sangre afirmó y estrechó la alianza que hizo entre Dios y los hombres, el que haciéndonos herederos de los bienes celestiales por su testamento, quiso que adquiriésemos el derecho a ellos por su muerte. Ved aquí un resumen de nuestra creencia sobre este gran misterio que confesamos, no obstante ser incomprensible: no son los efectos admirables de esta muerte sobre quienes cae la incomprensibilidad: fácilmente se comprende que esta expiación, que esta reconciliación, que esta santificación, y todos los efectos de esta nueva alianza se debían a unos gastos tan grandes hechos de parte de un hombre Dios: lo que hay en esto de incomprensible es el amor que obligó al Salvador a hacer y padecer todo lo que hizo y padeció por los hombres, cuya pérdida o salvación nada podía contribuir a su felicidad ni a su gloria; y que no obstante nuestra indignidad, nuestra nada, nuestra indigencia, nos haya Dios amado hasta querer que su Hijo único y eterno, igual en todo con Él, se hiciese hombre, se constituyesen nuestra víctima, y espirarse en la cruz por nuestros pecados: ved lo que es una cosa verdaderamente incomprensible; pero ¿Comprendemos más bien el misterio de la iniquidad, quiero decir, nuestra ingratitud a un tan insigne beneficio? ¿Comprendemos nuestra incomprensible malicia? Un Dios se hace hombre por amor a los hombres; y estos hombres no tienen para con este Hombre-Dios sino menosprecio y aborrecimiento. Jesucristo se sacrifica por nosotros en la cruz. ¿Con qué ojos miramos nosotros este sacrificio? ¿Qué indiferencia para con este Redentor? ¿Qué ingratitud para con este Salvador? ¿Qué caso hacemos de sus beneficios? ¿Qué sumisión mostramos a sus voluntades? ¿Con qué religión comparecemos en su presencia? Sus máximas, sus mandamientos, su Evangelio, ¿Son la regla de nuestras costumbres? ¿Cuál es nuestro ardor para con Jesucristo? ¿Cuál nuestra ternura? ¿Nos sentimos apasionados por este Señor? Cuando se piensa el modo indigno con que lo trataron los judíos, la malicia con que lo aborrecieron, y la crueldad con que lo persiguieron, nos vemos precisados a decir que no lo conocieron: Si cognovissent, numquam Dominum gloriæ crucifixissent. ¿Puede alegar nuestra ingratitud la misma disculpa? ¿Estamos obligados a decir que Jesucristo sería más amado, más respetado de los cristianos si fuera conocido de ellos? Aprendamos las horribles consecuencias de este principio. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario