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sábado, 23 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Sábado del Segundo Domingo de Cuaresma.

Sábado del Segundo Domingo de Cuaresma. Reflexiones.
(Lección del libro del Génesis 27, 6-40)

Le dijo Rebeca a su hijo Jacob. En el Antiguo Testamento todo es un misterio, todo es una figura del Nuevo. Esaú y Jacob, hermanos mellizos, llevados a un tiempo en el mismo seno, nacidos en una misma hora, ¿Qué suerte tan diversa no le ha cabido a cada uno? El primogénito se ve privado del derecho de primogenitura y de todas las prerrogativas y bendiciones que podía esperar legítimamente, y de que su padre quería colmarle, y el menor entra en todos los derechos del mayor, y ocupa su lugar. ¿Quién no ve claramente representados en esta figura al pueblo judío y los gentiles? Dios en toda la eternidad ha sido padre común de todos los hombres; pero la predilección la había siempre obtenido el pueblo judío. Era este el hijo primogénito en la casa del padre de familias: todos los favores, todos los privilegios eran para él. Él solo estaba ilustrado con el conocimiento del verdadero Dios; solo él era el depositario de sus secretos y de sus misterios; solo él estaba consagrado a su verdadero culto; ¡Qué de maravillas obrara el Cielo en su favor! ¡Qué bondad la de Dios con esta nación privilegiada! Todo esto no obstante la grosería de su parte, la perversidad de su natural, la indocilidad de su espíritu, la ingratitud de su corazón, la extravagancia de toda su conducta. Mas al fin, habiendo puesto el como a su iniquidad por el deicidio cometido en la persona adorable del Mesías, se ha visto suplantada, por decirlo así, por los gentiles, a los cuales se puede decir que había como vendido su derecho de primogenitura por su idolatría, dando tantas veces un culto sacrílego a sus falsos dioses. Los gentiles convertidos a la fe han podido decirle a Dios como Jacob: Nosotros somos vuestro hijo mayor; esto es, nosotros hemos entrado en posesión de todos los favores que le habíais designado, si hubiese guardado vuestros mandamientos, si hubiese querido reconocer al Mesías. Habiéndose Él hecho indigno de vuestros beneficios, hemos entrado nosotros en su lugar. A la verdad, nosotros hemos venido a la última hora; pero prontos a obedeceros, hemos sometido nuestro espíritu a la fe desde que hemos visto aparecer su luz, hemos ido al trabajo desde el punto en que nos habéis llamado. Revestidos con los más preciosos vestidos de Esaú, pero que él no llevaba ya, esto es, apoderados de los Libros Santos, de que los judíos no hacían ya más que un mal uso, hemos reconocido en ellos el carácter del Espíritu Santo, de que los judíos no estaban ya animados. Aprovechándonos, pues, de lo más precioso que tenían los judíos, y de que ellos ya no se servían, no hemos podido dejar, Señor, de agradaros; y hechos los queridos de vuestra Iglesia, figurada, por decirlo así, en Rebeca, os hemos presentado los manjares que ella misma había preparado según vuestro gusto: estos manjares os han agradado lo mismo que nuestra prontitud en obedeceros, nuestro empeño por agradaros, y nos habéis bendecido. La voz en verdad es la voz de Jacob; pero las manos son las manos de Esaú. No son las palabras agradables las que atraen las bendiciones; a las manos es a lo que se atiende, por las obras se conoce el hijo bien afamado. No será nadie justificado porque discurra bien de las cosas buenas, sino porque las practique. En materia de salvación las manos son más elocuentes y más persuasivas que la lengua. La voz engaña: por los frutos se conoce el árbol. Solo aquel es sincero que pone en práctica las verdades; a este es, dice Santiago, al que hará feliz su conducta.

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