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viernes, 29 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Viernes del Tercer Domingo de Cuaresma.

Viernes del Tercer Domingo de Cuaresma. Reflexiones.
(Lección del libro de los Números 20, I, 3 y 6-3)

Porque no me habéis creído, y porque no me habéis santificado delante de los hijos de Israel, no introduciréis este pueblo en el país que yo les daré. ¿Qué delito han cometido Moisés y Aaron para ser castigados tan severamente? Dios había dicho a Moisés: Habla a la piedra y te dará agua. Moisés creyó que bastaba herirla con la vara que había obrado tantos prodigios en su mano, y que esta manera de sacar agua de una piedra era más conveniente que hablarle; pero Dios no necesita de nuestros raciocinios; quiere una obediencia sencilla y ciega; no consulta, cuando quiere hacer un milagro ni la proporción ni conveniencia: su Voluntad omnipotente no tiene necesidad de ayuda. Dijo, hágase la luz, y fue hecha la luz; la pura nada ha sido el solo fondo de donde ha sacado todas las cosas; y tan poco le cuesta sacar agua de una roca diciendo una palabra, como hiriéndola con un cayado. Pero ¡Qué caro le costó a Moisés esta ligera desobediencia! Un confidente de Dios tan distinguido, tan estimado, a quien Dios había dotado del don de milagros, y de milagros tan estupendos; con quien Dios hablaba tan familiarmente; a quien Dios había escogido para legislador de su pueblo; de quien Dios se había servido para sacar a este pueblo de la servidumbre de Egipto, y para conducirlo a aquella tierra deliciosa que le había prometido; este hombre extraordinario, este gran siervo de Dios, este hacedor de milagros no introducirá este pueblo en la tierra de promisión, ni entrará él mismo, en castigo de su ligera desobediencia. ¡Buen Dios, y cuántas faltas ligeras son seguidas de grandes desgracias! Saul contra la orden de Dios reserva algunas ovejas para ofrecerlas en sacrificio, y es desechado del Señor, y pierde el cetro y la corona. Una ligera complacencia del rey Ezequías en hacer ver sus tesoros a unos extranjeros se los hace perder. Si en lugar de las tres veces que hirió la tierra con su flecha al rey Joás, la hubiera herido cinco o seis, hubiera exterminado enteramente la Siria. ¡De qué castigo son seguidas estas omisiones y estas faltas, al parecer tan ligeras! Siervos de Dios, ministros del Señor, almas prevenidas con sus bendiciones, personas religiosas, ahora no hacéis caso de ciertas pequeñas observancias, de ciertas reglas ligeras; miráis como menudencias ciertos puntos de la ley, cuya omisión no puede ser pecado grave; tratáis de escrúpulo la puntualidad en obedecer a Dios en las menores cosas: un día sabréis de cuán funesta consecuencia habrá sido vuestra poca fidelidad. Y quiera Dios que la exclusión de la tierra de promisión, respecto del legislador y del conductor del pueblo de Israel, no sea una figura de la reprobación de tantas almas prevenidas de tantas gracias casi desde la cuna, colmadas en adelante de tantos dones, privilegiadas por los empleos, y escogidas para convertir a otros. Moisés hiere la piedra, y sale de ella una fuente. Por imperfectos que seamos no deja de servirse Dios de nuestro ministerio para hacer maravillas. Un director laxo, poco regular, y que no practica lo que ordena a los que dirige, no deja de conducir a la perfección a aquellos que Dios ha encomendado a sus cuidados: un predicador poco devoto puede ablandar los corazones hasta hacerles derramar lágrimas: hiere y saca agua de una piedra, aunque él mismo esté quizá poco penetrado de las grandes verdades que predica. Un padre de familia, un maestro puede corregir el vicio en aquellos que le están sujetos, aunque él sea un modelo muy perverso. Así saca Dios su gloria de la misma nada; pero ¿acaso no se encuentran ya muchos de estos hombres puestos para convertir a los otros, a quienes diga Dios: Porque no me habéis santificado delante de ellos, no introduciréis este pueblo en la tierra que yo les daré? ¡Ojalá no se encontraran tantos!

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