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martes, 12 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Martes del Primer Domingo de Cuaresma.

Martes del Primer Domingo de Cuaresma. Reflexiones.
(Lección del profeta Isaías 55, 6-11)

Tanto como los cielos están elevados de la tierra, otro tanto mis caminos están elevados sobre vuestros caminos, y mis pensamientos sobre vuestros pensamientos. Dios piensa muy de otra manera que nosotros de las verdades de la Religión, del valor de los bienes creados, de todo lo que está al alcance de los sentidos, de las vanas ideas de grandeza, de felicidad, de fortuna; en una palabra, de todo lo que deslumbra y lleva en pos de sí el entendimiento y el corazón humano. Nosotros no apreciamos más que lo que lisonjea a la ambición, lo que alimenta la codicia, lo que halaga al amor propio. Los puestos más elevados despiertan nuestras pasiones, los placeres encantan nuestros sentidos, y nos embriagan los honores. Por el contrario, se tiene horror a la pobreza, se miran las adversidades como azotes de Dios, y las humillaciones como desgracias. Una vida oscura es despreciada; no se alaba más que lo que brilla; no se hacen votos sino por la prosperidad. Echad una mirada sobre lo que se llama hoy gran mundo: ¿Qué lugar ocupa la Religión en su espíritu y en su corazón? ¿Qué estima se hace en él de las máximas del Evangelio? No digo ya entre las mujeres mundanas, y entre tantos jóvenes libertinos, sino aun entre los que hacen profesión de cristianos y procuran llevar una vida bastante arreglada, los oráculos de Jesucristo sobre el precio y el mérito de la humildad, sobre el valor y el mérito de los sufrimientos, ¿Hacen grande impresión sobre los corazones? Se pasma uno de las perniciosas máximas del mundo: ¿Se gusta mucho en él de las máximas del Evangelio? ¿Está bien penetrado de las terribles verdades de la Religión? ¿Sería bien recibido en él, si se hiciese el elogio de la modestia cristiana, de la regularidad ejemplar, de la mortificación? Lo que se alaba en él es una moda, un equipaje suntuoso, una continuación de placeres y de fiestas mundanas que la moral cristiana reprueba. ¡Qué diferencia, buen Dios! ¡Qué oposición entre los pensamientos del Creador y los nuestros! ¡Entre nuestras máximas y las de Dios! Necesariamente uno de los dos vive en el error, ¿Quién es el que se engaña? Y si la ilusión y el error están de nuestra parte, ¿Adónde irán a parar esos proyectos de ambición, todas esas francachelas, todos esos sistemas de felicidad, todos esos planes imaginarios de elevación, de mundanidad y de fortuna? ¿Qué será de esos partidarios del mundo, de esas víctimas de las pasiones, de esos tristes esclavos de un señor quimérico? ¡Buen Dios! ¡Qué irracionales son los hombres cuando se trata de su verdadero bien! ¡Qué lamentable es su ceguera!

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