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viernes, 12 de abril de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Viernes de Pasión, también Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Reflexiones.

Viernes de Pasión.
Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Reflexiones.
(Lección del Libro de Judit 13, 22 y 23-25)


Nota de Blog: En muchas iglesias se celebra este día la fiesta de la Compasión de la Santísima Virgen o de Nuestra Señora de la Piedad, que en algunas otras se celebra bajo el título de la fiesta de Nuestra Señora de las Angustias, y en otras bajo el de fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. La reflexión que traemos a continuación está dedicada a la lección del libro de Judit 13, 22 y 23-25; que es la que nos provee el P. Jean Croisset en su obra Año Cristiano. Y más allá de este hecho, la publicamos y preferimos debido al flamante fervor, veneración y amor que profesamos hacia Nuestra Madre María Santísima, especialmente en recuerdo a los siete dolores que Ella padeció a causa del martirio de su Divino Hijo. Rindamos todos nosotros, pueblo cristiano, el honor que Ella merece y no nos cansemos de exultar tiernas muestras de amor y devoción hacia Ella que es nuestro Recurso Ordinario, como bien la llamaba San Marcelino Champagnat.

No obstante cabe señalar para conocimiento del lector que la lectura correspondiente a la misa dedicada al Viernes de Pasión es la lección del profeta Jeremías 17, 13-18; de la cual este blog hace una publicación aparte en este día junto al Evangelio que se lee en dicha liturgia.

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Non pepercisti animæ tuæ propter angustias et tribulationem generis tui, sed subvenisti ruinæ ante conspectum Dei nostri. Nada puede aplicarse mejor a la Santísima Virgen, de quien los santos Padres han dicho tan repetidas veces, que así como los que la aman con ternura, la honran con perseverancia, y la sirven con fidelidad, es imposible se pierdan; así los que se apartan de ella, los que abandonan su culto, los que no tienen confianza en Ella, ni le profesan aquella devoción religiosa, que reina en todos los escogidos, no pueden dejar de perderse: Necesse est tu intereat (Bonav. In Phar.). El que sirviere dignamente a la Virgen María, será justificado, y se salvarán pero el que no hiciere caso de ella, morirá en su pecado. El mismo Jesucristo, el Espíritu Santo es quien inspiró a todas estas grandes lumbreras de la Iglesia estos grandes sentimientos de devoción, de confianza, de veneración y de amor para con la Santísima Virgen: el Espíritu Santo fue quien los movió a hacer tan magníficos elogios de Ella. ¡Qué expresiones tan nobles y tan patéticas en sus escritos! ¡Qué términos tan enérgicos y tan expresivos! Tú, Virgen Santa, eres después de Jesucristo la única esperanza de los pecadores, dice san Agustín: estamos llenos de respeto y de veneración, dice san Jerónimo, para con aquella a quien en cierto modo debemos nuestra salud. Algunas veces somos oídos más pronto, dice san Anselmo, invocando el nombre de María que el nombre de Jesús; así como suele suceder, que se obtiene antes una gracia del rey por la intercesión de la reina, que pidiéndosela inmediatamente al rey. De aquí vienen todos aquellos títulos pomposos y verdaderos que la dan de mediadora, de abogada, de Madre de Gracia y de Misericordia, de asilo y de refugio de los pecadores: de aquí que le cante muchas veces al día la Iglesia estas bellas y afectuosas palabras: Salve Regina, Mater misericordiæ, vita dulcedo, et spes nostra, salve: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra. Estas expresiones jamás fueron del gusto de los herejes. Su aversión a la Madre es tan antigua como su odio contra el Hijo: ninguno se apartó de la verdadera Iglesia, que no volviese las espaldas a María. La Santísima Virgen no tiene otros enemigos de su culto sino los enemigos de Jesucristo. No se apartará de la verdad, decía un antiguo Padre griego, quien dijere de María todo lo que puede decirse de grande, de sublime y de magnífico; pero, por más que diga, nunca su oración igualará a la grandeza del mérito y dignidad de María. No temas excederte, decía el sabio Canciller de la universidad de París, mientras pongas a María debajo de Dios, y en la clase de las criaturas: no temas llevar demasiado altas sus alabanzas, o tus pensamientos: sabe solamente, lo que nadie ignora, que todos los bienes que tiene vienen de Dios, y que no es rica sino de los bienes de su Hijo: esta verdad supuesta, no temas otra cosa al hablar de María, continúa el mismo Doctor, sino decir demasiado poco: por grande, por sublime que parezca lo que se dice, acuérdate que es de la Madre de Dios de quien se habla, y así no temas decir cuanto quisieres. El Evangelista solo dice de María que es Madre de Jesús: y diciendo esto, lo ha dicho todo. En efecto, ¿Debe temerse decir demasiado de esta Señora, o exceder en el culto que se le da? ¿Quién no sabe que honrar a la Madre es honrar al Hijo? La devoción que se tiene con María no divide el corazón, antes bien lo une más estrechamente con Jesucristo. La confianza que tenemos en la protección de la Santísima Virgen no disminuye la que debemos tener en su Hijo, antes por el contrario la aumenta. Nuestro culto, nuestra devoción, nuestra confianza y nuestro amor para con la Santísima Virgen es una prueba sensible de nuestra fe en Jesucristo. Con esta intención, y animada de este espíritu la Iglesia no deja escapar ocasión alguna de honrar a la Madre de Dios. Ya sea que autorice con el mayor gusto todo lo que se dirige a aumentar la devoción de los fieles para con este refugio de los pecadores, ya sea que multiplique tanto como vemos sus fiestas: la que se celebra este día bajo el título de Nuestra Señora de la Conmiseración de los Dolores, y de la pasión de la Santísima Virgen, nos debe ser tanto más venerable, cuanto nosotros fuimos la causa de los dolores que traspasaron su alma.

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