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sábado, 16 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Sábado del Primer Domingo de Cuaresma (de las Cuatro Témporas). Reflexiones.

Sábado del Primer Domingo de Cuaresma (de las Cuatro Témporas). Reflexiones.
(Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 1, 5, 14-23)

Guardaos de extinguir el Espíritu. El Espíritu Santo es, por decirlo así, el Fuego Divino que el Salvador ha venido a traer a la tierra para que todos los corazones se abrasasen en Él. Este fuego es el que ilustra el entendimiento, y nos hace ver todas las cosas como son en sí; y al mismo tiempo el que acalora los corazones más fríos, los abrasa en el amor de Dios, y les hace sobrepujar sin trabajo los mayores obstáculos. Todo es fácil a quien está abrasado con este fuego ardiente. En tal caso la virtud tiene atractivos que encantan, el Evangelio tiene máximas y consejos que agradan; nada hay más ligero, nada hay más dulce que el yugo del Señor. Este Fuego Divino es el que consume el orín, por decirlo así, de nuestras imperfecciones, el que quema los lazos del amor propio, el que dulcifica la amargura de las adversidades, el que modera las pasiones, el que purifica el alma. Guardaos de extinguir el Espíritu. Porque este Espíritu se extingue en el alma por el pecado, se extingue por la continuación en la tibieza, por la infidelidad reiterada, por una tenaz resistencia a la gracia que concluye por sofocarla. ¡Qué desgracia entonces para el alma entregada a sí misma y a sus pasiones, privada de un auxilio tan poderoso, de una luz tan necesaria! La fe se debilita siempre, cuando este espíritu se debilita, y la corrupción del corazón extingue en él muy pronto hasta la menor chispa de devoción. ¿Se busca la causa funesta de aquella pesantez, de aquella inacción, de aquella flojedad que se experimenta en el servicio de Dios? Es muy temible que el origen sea la extinción de este Espíritu. ¿De dónde procede aquella diferencia de gusto, de sentimientos, de conducta, de cristiano a cristiano? ¡Con qué fervor, con qué facilidad, con qué alegría sirven los unos a Dios; con qué indiferencia, con qué frialdad, con qué tristeza y con qué disgusto desfallecen tantos otros en su servicio! ¡Qué diversidad de conducta entre las gentes de una misma familia, de una misma comunidad religiosa, de una misma sociedad! Una joven es idólatra del mundo, no gusta más que de sus máximas, no estima más que sus leyes, no atiende más que a sus placeres; mientras que su hermana encuentra estas mismas máximas y estos placeres enfadosos, insípidos, vacíos, y aun amargos e indignos de un corazón y de un espíritu cristiano: esta diferencia de sentimientos viene necesariamente de la oposición de los espíritus que las anima. El espíritu del mundo es el que reina en aquella persona mundana, en tanto que la otra no está animada que del Espíritu de Dios. ¿Cuál será, pues, la suerte y la eternidad destinada a estas dos personas?

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