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viernes, 15 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Viernes del Primer Domingo de Cuaresma (Témporas). Reflexiones.

Viernes del Primer Domingo de Cuaresma (Témporas). Reflexiones.
(Lección del profeta Ezequiel 18, 20-28)

La justicia del justo le aprovechará a él, y la impiedad del impío a él le dañará. En materia de salvación cada uno hace para sí. Nuestras obras nos siguen, y no podemos hacer cesión de ellas a otro. Admiremos la sabiduría infinita del Señor y su misericordia sin límites: con qué paciencia sufre los extravíos de los pecadores, y con qué bondad los recibe luego que vuelvan a la casa del padre. Su alegría, sus liberalidades, la fiesta que hace a la vuelta de este hijo pródigo son tan extraordinarias, que llegan a causar celos al hijo mayor. ¿No era justo que yo diese a conocer la alegría que me causa su vuelta? Dice este buen padre. Tales son los sentimientos de Dios con respecto a un pecador penitente. La obra de mis manos, mi imagen, mi semejanza, el precio de mi sangre había perecido, y yo entro hoy en posesión de este bien. Había muerto; pero una alma desesperada, abandonada, con la cual yo no contaba ya; solicitada cien veces, instada, buscada, me arrojaba de sí, me despreciaba; inútilmente había tentado reducirla, todo había sido perdido; estaba sepultada en el sueño del pecado; hoy, contra todo lo que se presentaba, este impío ha prestado el oído a mi voz, se ha rendido a las amorosas solicitaciones de mi gracia, se ha retraído de la impiedad en que había vivido: avergonzado de sus aficiones criminales, viene a arrojarse a mis pies, y yo le recibo entre mis brazos, y yo entro en este corazón sumiso, enternecido, dócil. Vuelvo a ver a este hijo rebelde, que detesta de todo su corazón su rebeldía, que implora mi misericordia, que recurre a mi bondad; ¿Puedo dejar de regocijarme de una conquista semejante? Yo me veía obligado a perderle, a pesar del amor que le tenía, y ya él quita el obstáculo que me impedía satisfacer al deseo que tengo de hacerle feliz; ¿Qué alegría más sensible puede dar una criatura al autor de su ser? El justo, por el contrario, después de haber sido colmado de mis beneficios, después de haber gustado a placer de las dulzuras de mi terneza, después de haber experimentado de las dulzuras que se hallan en mi servicio; si llega a disgustarse de los favores y de las caricias del más amable de todos los señores, del más tierno de todos los padres, si muere en sus extravíos, si muere en mi desgracia; ¿No debo castigarle como un hijo rebelde, y abandonarle eternamente a la desgraciada suerte de los réprobos? Él ha olvidado mis gracias, mis beneficios; ¿No es justo que yo olvide sus buenas obras? ¿No es justo que yo le trate como al os impíos, puesto que ha muerto en su pecado? La suerte de todos los condenados es deplorable; pero ¡Qué dolor, qué desesperación, qué rabia la de un hombre que ha llevado una parte de su vida en la piedad, y que ha muerto en el pecado! ¡Qué desesperación, qué rabia por toda una eternidad para una persona que había gustado de Dios, que había pasado algún tiempo en el servicio de Dios, y que se ve reprobada! ¡Qué desesperación, qué rabia para un sacerdote, para una persona religiosa, que ha meditado cien veces las grandes verdades de la Religión, que las ha predicado y explicado a los demás, que ha contribuido con su celo a la salvación de tantas almas, de quien Dios se ha servido para convertir tantos pecadores, que ha contribuido tanto con sus obras de piedad, con sus sabios pareceres, hasta con sus buenos ejemplos, para que tantos impíos se retirasen de los últimos extravíos, si él tiene la desgracia de pervertirse, de morir en pecado, de condenarse! ¡Qué desesperación, qué rabia para aquellos sagrados ministros de los altares, que alimentados con el cuerpo y con la sangre adorables de Jesucristo se han emponzoñado voluntariamente con las amargas delicias del mundo con que han querido apacentarse, y después de haber retirado a tantas ovejas de estos malos pastos, se han alimentado con ellos, ellos mismos! En fin, qué desesperación y qué rabia para aquellos médicos saludables que después de haber curado tantos enfermos desesperados no han querido curarse a sí mismos de la misma enfermedad; para aquellos directores que después de haber conducido a tantas almas por los caminos de la salud y de la justicia tuvieren la desgracia de extraviarse ellos mismos, y morir en sus extravíos!

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