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domingo, 10 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Primer Domingo de Cuaresma.

Primer Domingo de Cuaresma. Reflexiones.
(Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios 2, cap. 6, 1-10)

Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Nada hay tan importante ni tan precioso como la gracia; es el precio de la sangre y de la muerte de Jesucristo: luego es de un precio infinito; sin ella las acciones más laudables no tienen mérito para el cielo; con ella las manos brillantes son preciosas. Ella es aquella semilla divina que tiene la virtud de producir el céntuplo para la bienaventurada eternidad, es aquella agua viva que salta hasta la vida eterna. La gracia es propiamente el talento dado a todos, puesto que sin ella no se puede hacer bien alguno, aunque dado más o menos liberalmente, conforme a la sabiduría y a la economía admirable de la divina Providencia. Que se reciba poca o mucha, la obligación indispensable de hacerla valer es la misma para todos. El siervo bueno y fiel que no ha negociado más que con los dos talentos que había recibido, es tan alabado y a proporción tan recompensado como el que había granjeado con los cinco y a un con los diez. Mas la prisión de las tinieblas es el patrimonio del siervo infiel, que habiendo recibido uno, lo enterró, y así lo hizo infructuoso por su pereza. ¡Qué pérdida, buen Dios, más temible y de mayor consecuencia que la de la menor de las gracias! ¡Cuántos hay reprobados por haber recibido en vano este precioso don! La falta de fidelidad y de correspondencia a una inspiración santa, a un piadoso movimiento interior, a una gracia pasajera, no condena precisamente por sí misma, puesto que no siempre es un pecado grave; pero algún día se verá que aquella pequeñita centella era la que debía encender en el corazón el fuego divino que debía haberle abrasado; se verá que aquella pequeña luz que apagamos debía ser seguida de una gran luz, de que nos hemos privado. Se verá que esta gota de agua que se ha dejado secar, debía ser en los designios de la Providencia una fuente inagotable, sola capaz de refrigerarnos, la cual debía saltar hasta la vida eterna. Ella era como el primer anillo que junto a los demás debía formar el encadenamiento de toda la economía de nuestra salud: se ha dejado caer, por decirlo así, este primer anillo, y con él ha caído toda la cadena. ¡Qué desgracia hubiera sido para la Samaritana, si no hubiese ido a sacar el agua en el momento que el Salvador estaba sentado al borde de la fuente! ¡Qué desgracia para los reyes Magos, si en el momento que vieron la estrella, hubiesen hecho lo que tantos otros, que habiendo advertido este nuevo fenómeno, no se cuidaron de penetrar su sentido y mucho menos de seguirle! ¡Qué desgracia en fin para los Apóstoles mismos, si en el instante en que el Salvador les llamaba, hubiesen dejado para otro día el responder a la vocación! Hay momentos felices en la vida, en que la luz de la gracia luce, en que se deja oír la voz del Divino Pastor: no perdamos de vista de cuánta consecuencia es para nuestra salvación el no recibir esta gracia en vano. Si el ciego que estaba cerca de Jericó no se hubiera aprovechado del momento afortunado en que Jesucristo pasaba, ¡Ah! él hubiera vivido y hubiera muerto ciego; y si la mujer cananea hubiese deferido a las amonestaciones poco saludables de los que trataban de evitar que importunase al Salvador, jamás hubiese obtenido su conversión, ni la curación de su hija. Dios es bueno, Dios es misericordioso en todo tiempo; pero no todos los tiempos son igualmente destinados para el triunfo de su misericordia. Hay tiempos de gracia, hay días de salud; tal es por excelencia el santo tiempo de Cuaresma. Conozcamos bien cuánto importa aprovechar este santo tiempo.

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