Las
leyes del Estado sólo son verdaderas leyes cuando no se oponen a la Voluntad Divina.
Un rey prohíbe decir Misa en
sus estados.
Un misionero católico (el
jesuita Juan Ogilvie) llegó en 1615 a Escocia para consolar a los católicos
perseguidos y dispensarles los auxilios de la Iglesia. A instancias del
arzobispo protestante de Edimburgo fue el misionero encarcelado y traído ante
el tribunal, donde fue acusado de haber obrado contra los mandatos del rey,
quien había prohibido decir misa en sus estados. El misionero católico
respondió: “Jesucristo, el Señor de cielos y tierra, dijo: Hacedlo en memoria
mía. Vuestro rey nos dice: No lo hagáis. Juzgad vosotros mismos a quién debemos
obediencia”. El misionero fue atormentado y finalmente privado de la vida. Una vez
fue prohibida a los santos apóstoles la predicación por el consejo superior, y
ellos le contestaron: “Se debe obedecer a Dios y no a los hombres”. Una ley que
va contra la ley de Dios, no es válida.
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