Las
leyes del Estado sólo son verdaderas leyes cuando no se oponen a la Voluntad Divina.
San Mauricio y la legión
tebana.
El emperador Maximiano, que
con Diocleciano regía andando el año 286 el imperio de Roma, emprendió una
expedición militar contra las Galias. Ya en los lindes (en Octodorum, actualmente
Martinac) mandó sacrificar a los dioses implorando un feliz acabamiento de la
guerra. Se encontraba en el ejército la legión tebana mandada por su caudillo
Mauricio (Moritz). Los 6,600 hombres de esta legión procedían de Tebas en
Egipto (no lejos de la desembocadura del Nilo), y eran cristianos. No queriendo
participar en los sacrificios a los ídolos paganos, continuaron su camino, sin
detenerse por más de tres horas, alcanzando a Agaunum, que tiene hoy por nombre
Sankt Moritz (cerca de este lugar desemboca el Ródano en el lago de Ginebra). El
emperador echó de menos la legión y mandó fuese llamada. Mauricio remitió
entonces al emperador un escrito firmado por todos los oficiales de la legión
que decía lo siguiente: “Todos somos cristianos y servidores del Dios
verdadero. Queremos serte fieles y luchar con ardor contra tus enemigos, pero
no podemos hacer lo que el Dios verdadero nos prohíbe”. Irritado el emperador,
mandó diezmar la legión, o sea, numerarla de a diez y matar todos los hombres
décimos. Esto por dos veces. Como si no fuese bastante, mandó que fuese azotado
y acuchillado hasta el último hombre. Un monumento corona el lugar donde estos
6,600 mártires fueron sepultados. Mandatos que fueren contra la ley de Dios,
emanados de las autoridades seculares, no son válidos. Bien decía San Agustín: “Si
un gobernador os manda una cosa, y el emperador otra, obedeced al emperador;
pero si os ordena el emperador una cosa, y otra Dios, obedeced a Dios”.
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