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domingo, 31 de marzo de 2019

REFLEXIONES CUARESMALES PARA CADA DÍA. Cuarto Domingo de Cuaresma. Reflexiones.

Cuarto Domingo de Cuaresma. Reflexiones.
(Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Gálatas 4, 22-31)

Nosotros somos hijos de la esclava, es verdad; pero ¡Cuán pocos cristianos gozan el día de hoy de la libertad de los hijos de Dios! Al rescatarnos Jesucristo nos volvió esta preciosa libertad: pero ¿Qué caso se hace de ella cuando se pierde voluntariamente y sin pena? Esta dulce libertad que nos exime de la tiranía de las pasiones, de la esclavitud del pecado, de la maligna sugestión de los sentidos, del capricho ridículo, molesto e imperioso del mundo, ¿Es muy estimada, muy buscada, muy amada de la mayor parte de las gentes? ¿Se conoce su precio? ¿Se conocen sus frutos? ¿Se saben todas sus ventajas? La prisa que nos damos por meternos, por decirlo así, a servir a tantos amos tan duros, por cargarnos de cadenas, por vivir en la esclavitud, hace ver claramente cuán locos somos, cuán insensatos en materia de salvación. Se vive en pecado sin la menor pesadumbre; ¡Y hubo jamás servidumbre más funesta! Nos abandonamos, nos sacrificamos como una infeliz víctima al furor de las pasiones y a los caprichos imperiosos del mundo; ¡Y puede haber cautiverio más duro! Tristes esclavos de tantos y tan diversos tiranos, vosotros gemís en secreto, y solo os mostráis alegres y dichosos en cuanto podéis ocultarnos la amargura de vuestros pesares, lo agudo de vuestros remordimientos, y la abundancia de vuestras lágrimas; pero nunca podréis robarnos la vista del lastimoso estado en que gemís. Después de haber sido el juguete de las pasiones se vienen en fin a ser la víctima de estos monstruos. ¿Vivís en pecado? Sois el blanco de todos los disgustos. ¿Vivís en desgracia del Señor? ¿Quién puede calmar tantos justos terrores como os asaltan? ¿Qué cosa puede defenderos de tan funestos accidentes como os amenazan? ¿Quién puede suavizar el rigor de tantos crueles sobresaltos? ¿Qué día hay sereno en el servicio del mundo? ¿Qué reposo bajo del yugo de un tal tirano? ¿Hubo jamás cautiverio más insoportable que el que sufre, el que pasa sus días en el servicio del mundo? ¿Qué dependencia más universal? ¿Qué sujeción más incómoda? ¿Qué violencia más servil? Es preciso soportar a unos, contemporizar con otros, y depender de todos. Tantos amos como compañeros, y estos compañeros de la misma calidad, de la misma edad, ¡Qué diferencia de humores! Por más caprichosos que sean, por más ridículos, por más insoportables, es preciso sufrirlos. ¡Cuántas molestias hay que tragar! ¡Cuántos sinsabores que disimular! ¡Cuántos motivos justos para desconfiar unos de otros! Por más que las gentes del mundo disimulen, por más que los libertinos aparenten, es demasiado grosero el artificio para que no se conozca. Las pesadumbres y tedios se asoman a la cara en medio de sus fingidas risas: sus cadenas hacen demasiado ruido para no deciros que son esclavos los que las arrastran. Comparemos su condición triste y servil con la dulce libertad, la inocencia, la calma y el gozo puro, lleno e inalterable de los verdaderos hijos de Dios. ¿Y no se conocerán jamás, buen Dios, las dulzuras inefables, la paz inalterable, el placer exquisito que se experimentan en vuestro servicio, y que no se pueden experimentar en otra parte? La muerte misma, la muerte, cuyo solo pensamiento es capaz de llenar de amargura los más dulces placeres de la vida: esta muerte no es capaz de alterar la paz, la dulce libertad, la felicidad anticipada de las verdaderas gentes de bien. No hay que cansarse: no hay felicidad donde no hay santidad. Toda otra idea de felicidad es quimérica.

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