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viernes, 15 de febrero de 2019

P. JEAN CROISSET SJ. VIDA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SACADA DE LOS CUATRO EVANGELISTAS: XVI. San Juan Bautista da testimonio de Jesucristo.

XVI. San Juan Bautista da testimonio de Jesucristo.


Habiendo salido el Salvador de Jerusalén después de acabada la fiesta, volvió con sus discípulos a las riberas del Jordán: es verosímil que les dio por su mano el nuevo bautismo, de que el de Juan no era sino una sombra; y que les dejó el cuidado de bautizar al os que de todas partes venían a El. Los discípulos de Juan que bautizaban en Enóm junto a Salim fueron a decirle que Jesús bautizaba también al otro lado del río, y que todo el mundo corría a El. Me alegro, respondió el Precursor, es mucha razón que se deje al arroyuelo y se vaya a la fuente: yo no tengo nada que no lo haya recibido de El: El es el esposo, y yo solo soy el paraninfo; esto es, el amigo del esposo que lleva la esposa: es necesario que El crezca, añadió, y que yo me disminuya: vosotros sois testigos que yo he dicho, que no soy yo el Cristo del Señor, sino que soy enviado delante de El. ¿No debo, pues, alegrarme de que todo el mundo le reconozca por lo que es, y le siga? El ha bajado del Cielo, y yo no he salido sino de la tierra: el que viene del Cielo es sobre todos, y su lenguaje es todo celestial: el que viene de la tierra es terreno, y su lenguaje es asimismo terreno; el que viene del Cielo es sobre todos; y por más sublime y superior que sea su doctrina a nuestras débiles luces, debe ser creído, pues no dice sino lo que ha visto y lo que ha oído. ¡Ay de aquel que no recibiere su testimonio! Porque el que Dios ha enviado dice las mismas cosas que Dios, pues Dios no le comunica su espíritu con reserva. El Padre ama al Hijo, y ha puesto en su mano todas las cosas: el que cree en el Hijo posee la vida eterna; pero el que no quiere creer en El será eternamente maldito de Dios, y la ira de Dios no se apartará jamás de él. (Joan. II).


Este fue el testimonio público y auténtico que dio Juan de la divinidad de Jesucristo a todos sus discípulos pocos días antes de su prisión. No pudiendo este pregonero de la verdad y de la justicia dejar de clamar contra el escándalo público que daba Herodes Antipas, el cual se había casado con su cuñada Herodías viviendo todavía su hermano Filipo; esta impía hembra se la juró al santo predicador, e importunó tanto con sus solicitudes e instancias a Herodes, que aunque este Príncipe respetaba a Juan Bautista, le hizo apresar con el pretexto de que atraía demasiada gente a su bautismo; pero la verdadera causa era porque san Juan decía claramente que no le era permitido a Herodes tener por mujer a la mujer de su hermano, y que esto era un escándalo público. Sabiendo el Hijo de Dios la mala voluntad que le tenían los fariseos, y previendo que podrían inducir a Pilatos, gobernador de la Judea, a hacerle apresar bajo el mismo pretexto, pues todavía iba más gente a oírle que jamás había ido a oír a san Juan, salió de Judea; y volviendo a Galilea por Samaria, y sintiéndose fatigado, se sentó en el brocal de un pozo, que se llama la fuente de Jacob, distante algunos centenares de pasos de la ciudad de Sicar, hoy Napelusa; pero en este pararse a descansar tenía menos parte el cansancio que el celo de la salvación de las almas.

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